Revista de psicología n 2 universidad de antioquia. medellín, 2010
Revista de Psicología N 2 Universidad de Antioquia. Medellín, 2010
¿Qué pasa por el cuerpo en la depresión?1 What Happen to the Depressed? Natalia Molina Jaramillo2
Resumen La pregunta por la corporalidad en la depresión ha sido una constante en los estudios sobre este fenómeno, especialmente cuando se interroga su etiología y sus manifestaciones sintomáticas. En la investigación Experiencias que ayudan a sentirse mejor ante la vivencia de la depresión, el cuerpo se vuelve el eje central y su trascendencia abarca más que el carácter orgánico para marcar una línea transversal en el proceso de diagnóstico y reconocimiento de la fenomenología de la depresión, la evolución del tratamiento y la mejoría. Tanto en la experiencia de las personas entrevistadas, como en los diferentes acercamientos teóricos, el cuerpo es pensado desde diferentes perspectivas, como organismo o como construcción simbólica, lo que va a tener consecuencias en los significados e interpretaciones que se constituyen en torno a la psicosomática de la depresión. Palabras Claves: Depresión, cuerpo.
Abstract The question for the status of the body has been a constant on the studies about depression, especially when its etiology and its symptomatic manifestations are examined. The body is the focus of the research “Experiences that help people feel better with the experience of depression”; but there its significance encompasses more than its organic characteristics, it is accounted also as an important element for the understanding of the phenomenology, diagnosis, evolution, treatment, and improvements of depression. The body is considered from diverse perspectives by those interviewed in the research and also by the different theoretical perspectives. The body can be understood as an organism or as a symbolic construct, and this has repercussions for the meanings and interpretations that can be formed around the psychosomatics of depression. Key Words: Depression, Body.
1 Artículo derivado de la investigación financiada por el CODI “Experiencias que ayudan a sentirse mejor ante la depresión”, trabajo de grado en el que participaron también Anamaría Zuluaga Pineda, Jannina Senior Arrieta y César Augusto Ceballos González. 2 Psicóloga Universidad de Antioquia. Dirección electrónica:
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Introducción
La depresión se ha convertido en las últimas décadas en tema de reflexiones,
cuestionamientos y debates, a partir de los cuales profesionales de diferentes áreas han
logrado avances en torno a aspectos tales como su definición, etiología, evolución y
tratamiento. Continúan habiendo sin embargo muchas diferencias acerca de si la
infelicidad humana tiene una explicación biológica (Lawrence, 2008), si el mejor
tratamiento es el farmacológico o debe acompañarse de psicoterapia (Horgan, 2001) y si
el responsable de tal mejoría es el psiquiatra (o el profesional) o el paciente. Más allá de
las controversias respecto a la etiología, a los mejores métodos de diagnóstico y de
tratamiento, es claro que la depresión es una experiencia que implica un malestar y que
Este artículo surge entonces por la necesidad de un reacercamiento al lugar del cuerpo
en la experiencia depresiva. Se deriva de la investigación “Experiencias que ayudan a
sentirse mejor ante la vivencia de la depresión” (Ceballos, Molina, Senior y Zuluaga,
2007), cuyo informe final se presentó a la Universidad de Antioquia como trabajo de
grado. Si bien la pregunta de dicho estudio se dirigía a ¿cuáles experiencias subjetivas
son significadas como aliviadoras por las personas que han vivido una depresión y
cómo se construyen tales significados alrededor de la mejoría?, el cuerpo como lugar
para la expresión del malestar y como categoría de análisis ocupa el primer lugar y
transversaliza el acercamiento analítico al fenómeno de la depresión.
Justamente una de las principales dificultades que ha existido en torno a cómo se
entiende la depresión en los ámbitos académicos es la falta de consenso en definirla
como un trastorno del cuerpo o del alma, una enfermedad o un conflicto psíquico;
sentido en el cual se sigue manteniendo el clásico dualismo, donde el cuerpo que se
pone en escena corresponde más al organismo que al que se le atribuyen las
causalidades de la depresión (López, Restrepo, Gómez y Holguín, 2004) o a los
síntomas orgánicos que se cuentan como los segundos más recurrentes entre las
manifestaciones y de gran importancia diagnóstica (Daset, Ciasullo, Tafernaberry y
Saiz, 2002). Sin embargo, el cuerpo al que aluden las personas entrevistadas durante el
estudio tiene un lugar diverso; sin ignorar la participación de procesos biológicos en su
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experiencia, se trata para ellos más de un cuerpo con un estatuto simbólico, que les
habla (aunque no siempre se le escuche) de lo que les sucede, de su posición subjetiva
frente a la depresión, y que en últimas, va a adquirir un papel fundamental en la
En respuesta a un interés particular por el tema del cuerpo y su lugar en la expresión de
conflictos psíquicos, es que se presenta aquí una relectura respecto a ¿cuál es el cuerpo
del que se trata en la depresión? En el contexto del informe de investigación las
premuras en relación al tiempo y los intereses personales de los investigadores
resultaron en una discusión centrada en los procesos de tratamiento y mejoría, y el lugar
del cuerpo quedó meramente enunciado. Ahora, sin ningún afán explicativo y más bien
con innumerables interrogantes, quisiera volver a dar una mirada sobre aquello que el
cuerpo dice en la depresión, para intentar hacer luego una articulación con algunos
postulados teóricos alrededor del cuerpo y la diversidad de sus expresiones.
1. Materiales y métodos
El paradigma cualitativo y el enfoque fenomenológico sirvieron de fundamento
metodológico al estudio que se retoma en este artículo. La comprensión de los
significados subjetivos y la visión holística que intenta comprender de manera profunda
el fenómeno en su contexto, se corresponden con el objetivo de la investigación de
abordar la experiencia subjetiva. El método específico para la recolección de la
información fue el estudio de casos, mediante la técnica de la entrevista a profundidad.
La muestra estuvo compuesta por cinco hombres y tres mujeres, entre los 23 y 55 años
de edad, contactados a través de convocatoria abierta en instituciones universitarias de
la ciudad y por referencia de personas conocidas. En tanto en este tipo de estudios prima
la búsqueda de significados subjetivos y no las generalizaciones o estandarizaciones de
la experiencia, el tamaño muestral, aunque pequeño, permitió acceder a una información
muy diversa y profundizar los aspectos que nos interesaba abordar.
Dentro de los criterios de selección estaban: ser mayores de edad, que la depresión no
fuese secundaria a una enfermedad médica o alteración neurológica constatada, y haber
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experimentado y mantenido hasta el momento de la participación del estudio un período
de mejoría (remisión de los síntomas). Se llevaron a cabo una o dos entrevistas a
profundidad con cada participante, en las que se contó con un protocolo de preguntas
Las categorías a considerar para el análisis fueron las siguientes: explicación del origen,
proceso diagnóstico, cómo vivió su depresión, elementos motivadores, qué ayudó a
sentirse mejor y proceso de mejoría. Aquí se retoma ese análisis categorial para rastrear
el lugar del cuerpo a lo largo de la experiencia.
1.1. Hallazgos
Fenomenológicamente la depresión se manifiesta en distintas dimensiones. En el
estudio que cito para este artículo se pueden identificar principalmente tres formas de
manifestación de la depresión: la dimensión del pensamiento o cognitiva, la dimensión
afectiva y la dimensión corporal. Estas tres se interrelacionan en otras de las
características más popularmente reconocidas en las personas que viven una depresión:
el aislamiento, el dejar de disfrutar cosas que antes disfrutaban, las dificultades en el
desempeño laboral, escolar o social, la parálisis o desmotivación vital y la cercanía a las
experiencias de muerte. La dimensión corporal, imposible de separar de la totalidad de
la experiencia de la depresión, es entonces la que se desarrolla a continuación.
1.1.1 Dolor psíquico: dolor del cuerpo
Llanto, tristeza, angustia, desesperación, aunado a dolores del cuerpo (de espalda, de
cabeza), tensiones musculares, mareos, falta de energía, cansancio, insomnio, anorexia,
dificultades respiratorias, fueron las manifestaciones más frecuentemente sufridas en el
cuerpo por las personas entrevistadas y que cobraban para ellos un carácter
incapacitante y doloroso. Todas afecciones del cuerpo que inicialmente aparecen sin
motivación, ilógicas e incomprensibles, extranjeras de la propia experiencia.
Estas revelaciones del cuerpo introducen dos preguntas fundamentales respecto a la
vivencia de la depresión: ¿Qué es lo que sucede? ¿Y de dónde o por qué surge? Aún
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cuando en algunos de los informantes del estudio se presentaron otro tipo de “síntomas”
antes que los corporales, es esencialmente cuando las afecciones somáticas tienen lugar
que comienza a reconocerse que algo anda mal y lo incomprensible de este malestar
alienta a buscar respuestas: una vez yo amanecí muy deprimido… muy deprimido no. Lo primero que yo noté fueron digamos trastornos psicosomáticos… yo me sentía como mareado, empecé a perder la noción de tiempo y espacio (A).
Ante este llamado del cuerpo comienza la construcción de hipótesis respecto al origen, y
la primacía que tiene el cuerpo, y esto implica para la mayoría de las personas
entrevistadas, la idea de una enfermedad, valga la redundancia, de origen orgánico, que
los está afectando. La explicación que cada uno inicia alrededor de “eso que anda mal
en el cuerpo” va a tener una fuerte incidencia en la forma en que le hagan frente a la
depresión. Así, de un lado las hipótesis se construyen alrededor de una predisposición
física (bioquímica, genética), mientras del otro, las causas se hallan más ligadas a
aspectos relacionales (ser muy dependientes de otros, sentirse una víctima, encerrarse),
que son reconocidos como previos al afloramiento de la depresión (que se equipara en
ese momento al surgimiento del dolor en el cuerpo). Sin embargo, aún cuando no haya
claridad sobre si el origen está en lo somático o en lo psíquico, la división
fundamentalmente establecida por las personas entrevistadas, siempre se expresa en el
Para aquellos que consideran la depresión como algo heredable o desencadenado por un
desbalance bioquímico, la solución comienza a encaminarse a los profesionales médicos
y al consumo de medicamentos. Además, siendo la depresión una enfermedad, resulta
para ellos incontrolable e incomprensible, porque está afuera, es externa a sí mismos
aunque esté en su cuerpo. En esta vía, el cuerpo, más que una construcción simbólica,
pasa a ocupar meramente su cualidad orgánica, y para quienes se unen a esta
explicación, lo orgánico es siempre más fuerte que su voluntad. Las preguntas
subjetivas se vuelen carne y pierden su conexión con los psíquico. De otro lado están
quienes reconocen algo de sí mismos en lo que les pasa por el cuerpo. Para ellos, lo que
les pasa por el cuerpo, orgánico o no, los implica, y en este sentido se ponen en juego su
voluntad y su responsabilidad en la búsqueda de mejoría y en la comprensión de la
interrelación entre lo que les resulta conflictivo psíquicamente y lo que se pone en el
cuerpo, si bien se mantiene alguna diferenciación entre estas entidades (cuerpo y alma).
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Me parece que muchas veces son las cuestiones subjetivas las que influyen en lo que le está pasando a uno, que de pronto algo químico, algo… que de pronto puede que en mí sí opere eso químico, no sé. Pero pienso que es muy importante como la, la parte interna, como muy subjetiva la que le ayuda a uno a salir, mejorar, o la que también
A las personas que ubicamos dentro del primer grupo, podría decirse que la depresión
les pasa en el cuerpo, en un organismo extraño a ellos, el cuerpo habla pero no les dice
nada; mientras que a las segundas, la depresión les pasa por su cuerpo y por eso puede
ser interrogado y a partir de él encontrar respuestas subjetivas. Por eso, hablar del
cuerpo no implica siempre que la interpretación de lo que les suceda sea interna, es
decir, que comprometa su subjetividad, pues en la primera tendencia a interpretar desde
afuera, lo que viene del cuerpo no genera sino extrañeza y, por ende, se siente como
ajeno. La referencia a la palabra “cuerpo” se mantiene entonces porque los informantes
lo nombran así, aun cuando la alusión sea más bien a lo que podríamos llamar
El que todas sus preguntas por lo que les sucede giren alrededor de lo que pasa en o por
el cuerpo, hace que lógicamente la búsqueda de respuestas se dirija inicialmente a un
profesional de la medicina. Al médico (general o con especialización psiquiátrica) se le
concede un lugar de saber sobre qué les pasa y qué los puede curar. Sin embargo, la
tendencia de los profesionales de la medicina a conocer de un cuerpo desalmado, hizo
que en ocasiones el proceso de diagnóstico y tratamiento para estas personas derivara en
la recepción de múltiples etiquetas diagnósticas, en donde el diagnóstico se mantenía si
el medicamento recetado tenía un efecto benéfico sobre los síntomas, y en el caso
contrario era modificado. De la misma manera, la falta de comprensión hacia los
síntomas corporales que presentaban estas personas, que no encontraban correlato
diagnóstico a través de exámenes de laboratorio y auscultaciones, hizo que la respuesta
de algunos profesionales fuera la de: “usted no tiene nada”, o por lo menos “nada en el
cuerpo”, con la consecuente sugerencia de ir al profesional psi: Entonces, ningún cuadro clínico cuadra con lo que vos tenés. Es que a vos no te duele nada (Dice G de su
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A esto se añade el convencimiento de algunos de los participantes de la investigación de
que lo que les pasaba no era una enfermedad sino un dolor moral, que al no pasar por
las palabras (en tanto se pretendía dejar de hablar y de pensar sobre lo doloroso)
comenzó a explotar en el cuerpo; más bien, en el caso de uno de los informantes,
comenzaba a reconocerse como enfermo, porque le recetaban medicamentos que le
proporcionaban una peligrosa tranquilidad absoluta y lo sumían en un estado de
irresponsabilidad. Así, aunque la depresión era ignorada cognitivamente por los
informantes a causa de su contenido doloroso, no se hablaba de ella y más bien se
escondía porque podía resultar estigmatizante, y aunque los médicos no leyeran en el
malestar corporal nada que pudieran explicar, el cuerpo continuaba apareciendo como
delator, ponía en evidencia que algo andaba mal y el malestar continuó avanzando hasta
1.1.2. Metáforas de la muerte en el cuerpo
Existe un punto en la experiencia de las personas entrevistadas que nombramos como el
“momento mortífero”. En él la fenomenología de la depresión se intensifica,
especialmente en lo que se refiere a lo somático: la falta de energía, el estar postrado en
la cama, pérdida de peso, desmayos, sensación de cansancio, estados alterados de
conciencia, que se volvían recurrentes y para algunos permanentes. Queda uno pues… como reducido a una cama que uno no puede pararse, es como en agonías, que uno ya
Este sentir la muerte en el cuerpo se constituye en una experiencia límite, en una forma
de hacer una pregunta por la muerte que no pasó por la palabra. Para ellos el malestar en
el cuerpo, el dolor, eran tales que sentían que se desvanecían, desaparecían. Algunos se
encontraron entonces frente a un temor ante la idea de estar muriendo, mientras que
otros estaban bajo la posición de entregarse a la muerte antes que seguir sufriendo la
depresión, el deseo de no estar vivo era más fuerte que el de mejorar. Es una crisis, es tan grande que ahí es cuando uno dice, que así no se mate uno mismo, está atentando contra su vida, porque si no me alimento, si no duermo, si no busco la gente, con la que usualmente comparto, entonces eso es como… un, un suicidio casi paulatino (D.
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En este punto la renuncia a pensar y a hacer, deja como único protagonista al cuerpo y
la muerte fluye en él. A veces éste se volvía una búsqueda activa de la muerte, bajo la
forma de intentos de suicidio u otros actos mortíferos: el cuerpo se me estaba yendo, yo bien flaco, perdiendo mucho peso, pálido, escondido, guardado del sol, sin comer, trasnochando, fumando cigarrillo como una bestia, en un ritmo de vida, sí, pues como, como dándole duro al cuerpo” (F). Desde allí, desde el fondo, algunos identifican un
deseo de muerte en sus afecciones de su cuerpo y un rechazo rotundo a mantener el
vínculo con los otros y con el mundo; aparece en varios informantes una interpretación
de su tentación a entregarse a la muerte, de profundizarse en ese estado y sentirlo en el
cuerpo, como una experiencia necesaria para salir de la depresión y en la que ellos
decidieron intervenir, no una consecuencia última del malestar.
De esta manera, la depresión misma, y esa incursión en el inframundo que implica el
momento mortífero, puede pensarse como una forma de intentar resolver algo, un
conflicto, una pregunta subjetiva, aún cuando esto implicara el paso por una experiencia
de dolor. Esta vivencia del dolor llevada al límite cobra valor en la experiencia de las
personas entrevistadas, en tanto las enfrenta con la muerte y las incita a hacer algo.
Ellos los expresan bajo la fórmula de que “es necesario tocar fondo para decidir hacer
algo y buscar sentirse mejor”; ir al límite, a lo más cercano a la experiencia de muerte
en el cuerpo, para emprender el camino de vuelta a la vida. El momento mortífero
permite entonces “devolver el alma al cuerpo que se muere”.
Esta muerte bien puede ser pensada para algunos como una metáfora, en tanto la muerte
puesta en el cuerpo les hablaba, les interrogaba, y pudieron a partir de allí construir un
sentido a la experiencia, organizar sus hipótesis en relación al origen de la depresión, y
consecuentemente, elegir ciertas formas de tratamiento que les permitían continuar
escuchando al cuerpo e interrogándose, ya no sólo sobre la depresión sino por su
posición subjetiva en la vida y en la relación con los otros. Ahora lo que pienso es que era algo necesario, que no sé, si era mi inconsciente… no sé, algo en mí quería hablar, y se manifestó de esa forma. (B)
En otros casos, por el contrario, la muerte parece literalizarse en los participantes, sin
llegar a morir realmente, el cuerpo si se les muere, se deteriora en sus síntomas, no les
responde y la forma de salir de allí es el medicamento y su único objetivo aliviar el
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malestar físico; no llegan más allá de lo orgánico a reconocer qué de sí mismos les decía
su cuerpo, de él sólo escuchaban que había un dolor que era necesario cesar. En
consecuencia, para quienes representan esta última tendencia, lo que aparecía en el
cuerpo no llegó a tener sentido, o tuvo uno muy turbio, donde lo que sentían se
asemejaba mucho a lo que conocían como síntomas orgánicos, sensaciones que los
sacaban de este mundo y les hacía preferir morir o sentir que se morían y que podían
1.1.3 ¿Qué cura el cuerpo?
La búsqueda de tratamientos o alternativas para sentirse mejor va a estar orientada en
los informantes por el lugar que dan a lo que pasa por el cuerpo. Siguiendo con las
tendencias que se han ido construyendo, se trataba para algunos de borrar los síntomas
del cuerpo y curar el dolor para volver a un estado anterior de bienestar, semejante a un
estado previo a la depresión, por lo que los tratamientos médicos fueron la principal
opción. El poder del químico sobre el organismo, sobre todo cuando se trataba de una
enfermedad de origen bioquímico, sería entonces capaz de hacer desaparecer el
malestar, y para ellos sentirse mejor significó recuperarse del malestar del cuerpo y
seguir las actividades de su vida con un dolor psíquico medianamente soportable. La
mejoría se significa entonces en torno a una recuperación de la homeostasis orgánica, y
es el otro, al que se le supone un saber, el que debe lograrla y adelantar la cura.
Para los demás, el cuerpo es el que cura la depresión, en el sentido en que reconocer a
partir de él situaciones que les conciernen en la vida, los invita a pensarse, interrogarse
y abrirse una puerta al cambio. Es por esto que la palabra y la escucha tuvieron un lugar
fundamental en los tratamientos buscados por estas personas, ya se trataran de
psicoterapias o de tratamientos médicos convencionales o alternativos, donde el
profesional más que dar una respuesta curativa abría preguntas y escuchaba las
elaboraciones de los pacientes. Igualmente, otras actividades como la danza, el yoga, el
ejercicio físico, cobraron relevancia por la manera en que permitían contactarse con el
cuerpo y seguir explorando sus significados. El escuchar al cuerpo apenas es el inicio de
la mejoría, la transformación subjetiva que implicará para estas personas el sentirse
mejor pasa entonces por su responsabilización frente a lo que les ocurre (en cuerpo y
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Es preciso anotar sin embargo, que el medicamento no implica en sí una resignación a la
recuperación de los síntomas y una irresponsabilización por un verdadero cambio ante
la depresión. El medicamento tiene función y efecto según el lugar que le atribuyan,
tanto el médico como el sujeto deprimido. Así como puede restringirse a lograr una
recuperación del organismo, e incluso puede crear una dependencia a él como única
salida a la depresión, hay una recuperación del cuerpo necesaria en la mayoría de los
casos y el medicamento permite rescatar al cuerpo del momento mortífero para dar la
posibilidad al sujeto de interrogarse, analizar su vivencia y hacer algo con eso de sí
Cuando el cuerpo es extraño en su dolor al propio sujeto, las posibilidades de que pueda
en algún momento ser escuchado son pocas; la depresión se convierte así en una
enfermedad, con carácter crónico, y que sólo presenta como tratamiento una especie de
cuidado paliativo que se logra con el uso sostenido en el tiempo de medicamentos
antidepresivos y ansiolíticos. Si el cuerpo comienza a reconocerse como propio, aunque
inicialmente se viva en la experiencia depresiva como incomprensible, se abre la
posibilidad de construcción de sentido alrededor de esos síntomas del cuerpo y deviene
2. Discusión
De la misma manera que en los discursos de las personas entrevistadas en la
investigación, se reflejan múltiples posiciones alrededor del estatuto del cuerpo en la
depresión, en el ámbito académico y profesional se proponen distintas perspectivas
desde donde pensar las expresiones psicosomáticas en aquel fenómeno, bien sea
dándole privilegio a las funciones orgánicas alteradas o rescatando del cuerpo en dolor
Es así como para algunos teóricos se trata de señalar los síntomas del organismo
asociados a la depresión como una de las más comunes manifestaciones que determinan
La segunda dimensión (las otras son cognitiva y de desempeño), cuyo carácter es más de tipo somático, está constituida por síntomas como los problemas digestivos, sensación de molestia en el estómago, dolores de cabeza frecuentes, cansancio la mayor parte del día –sin causa médica conocida- y que se manifiestan conjuntamente con un
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estado de ánimo general de tipo deprimido. Este tipo de manifestaciones es el que más frecuentemente se presentaría en las poblaciones latinas, según se expresa en la mayoría de los trabajos científicos y de carácter transcultural sobre el tema (Daset y cols. 2002, p.39).
Esto concuerda con la importancia que adquieren tales manifestaciones en las personas
entrevistadas y resalta el lugar que tienen de lanzar una alarma desde el cuerpo de que
algo está sucediendo con ellos (o en ellos, según la posición).
José Guimón, psiquiatra y psicoanalista español, refiere en su libro Los lugares del cuerpo: neurobiología y psicosociología de la corporalidad (1999), que en lo que se
refiere a la vivencia del cuerpo en las depresiones, las observaciones se han centrado en
especial en la frecuencia de la hipocondría (como síntoma leve en las depresiones
neuróticas y con aspecto delirante en las psicóticas) y en la posible existencia de
síntomas de despersonalización. Este autor diferencia las manifestaciones de la
corporalidad en la depresión según se trate de una depresión psicótica o neurótica
(reactiva o exógena), incluyendo entre las primeras las cenestopatías, el síndrome de
Cotard y la hipocondría (delirante). Si bien continúa refiriéndose a ellas como
somatizaciones penosas (término poco específico para alcanzar los significados de estas
manifestaciones), trata de resaltar que no todas las manifestaciones de la corporalidad
en la depresión son iguales y que se construyen a partir de acontecimientos de la historia
Los autores colombianos Castillo y Serrano (2006) resaltan el carácter de
despersonalización que puede implicar el dolor corporal intenso sentido en la depresión,
pero también introducen la posibilidad de pensar que en crisis intensas de depresión el
dolor puede ayudar a sentir mejor el propio cuerpo, manteniendo las funciones de la
identidad (repersonalización). Igualmente señalan cómo la identidad de todo ser
humano está relacionada con la corporalidad, y a través de ella, la persona se identifica
en lo individual y lo colectivo mediante sus significados de tener un cuerpo, ser un
cuerpo y hacer cuerpo con. Esto reafirma lo expuesto en el discurso de los informantes,
donde la vivencia de la depresión puede hacer estragos sobre su identidad y la posición
ante los síntomas corporales. Como se ve claramente en la presentación de hallazgos, la
posición ante los fenómenos del cuerpo en la depresión se establece en relación a
significados particulares que cada sujeto construye alrededor de su cuerpo.
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Al abordar el carácter biológico de la depresión, Lawrence (1998), con una posición
totalmente antipsiquiátrica, hace una fuerte crítica a las teorías biologicistas, afirmando
que la idea de que la depresión pueda estar causada por un “desequilibrio bioquímico”
es una idea errónea y que justifica lo que en realidad es un uso injustificado de terapias
físicas, a la vez que justifican la existencia de la psiquiatría como una especialida d
médica distinguible de la psicología o el simple asesoramiento; añade que incluso si se
demostrara que existe una anomalía biológica asociada a la depresión, nos podríamos
preguntar si ésta es causa o efecto del padecimiento. También indica que el argumento
más gastado es que los antidepresivos no servirían si la causa de la depresión no fuera
Pero los antidepresivos no sirven. Como dijo el Dr. Peter Breggin en 1994:„No hay evidencia que los antidepresivos sean especialmente efectivos‟ (Replicándole con insolencia a Prozac, St. Martin‟s Press, p. 200), esto es, en algunos estudios los placebos funcionan tan bien como el Prozac. Y aún en el caso que los llamados antidepresivos sirvieran, eso no demostraría una causa biológica de la depresión ¡de igual manera como el sentirse mejor con mariguana, cocaína o alcohol no demuestra una causa biológica! (p. 5)
Si bien parece una posición extrema, existe un punto que es particularmente llamativo
Es curioso, pero una lectura cuidadosa de libros y artículos de aquellos siquiatras y sicólogos que creen en estas causas, generalmente revela causas sicológicas que la explican adecuadamente, incluso cuando los autores creen que ese mismo caso ejemplifica la depresión biológica. (…) Una de las razones por las que la gente teoriza sobre causas biológicas de la “depresión” es que algunas veces se encuentran tristes por razones incomprensibles. Esto sucede debido a aquello que los analistas llaman inconsciente (.) Que las experiencias de la vida causen infelicidad o la llamada depresión no siempre es obvia, ya que generalmente los procesos y memorias relevantes están ocultos en las partes inconscientes de la mente. (Lawrence, 1998, p 7).
Hay un punto en que los resultados del estudio reafirman el peligro que Lawrence
señala respecto al biologicismo. Al relacionar la depresión sólo con procesos orgánicos
que explican las alteraciones funcionales, o al recurrir al término somatización como
especie de defensa del profesional médico donde delimita su labor a lo orgánico, se
pone en escena un total borramiento de la subjetividad y cualquier cosa que el cuerpo
pudiera encarnar de esa subjetividad es ignorada. Esto establece la pregunta por si
entonces los profesionales que adoptan esta posición biologicista, médicos y no
médicos, se encuentran en una incapacidad de escuchar los decires del cuerpo, y si
pesquisar la subjetividad allí implicada es entonces una tarea asignada exclusivamente
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al psi. La mayoría de las personas que experimentan o experimentaron una depresión le
asignan a la medicina un saber acerca de lo que les sucede, en tanto esto comienza a
expresarse en el cuerpo, pero la respuesta del profesional es que en ese cuerpo del
deprimido su conocimiento no tiene lugar, ¿el cuerpo que sufre las afecciones
psicosomáticas de la depresión se trata entonces de un cuerpo distinto al que conoce el
médico?, o ¿se corresponde, como ocurre en algunas de las personas entrevistadas, con
el organismo del que se encarga la medicina?
Igual que para algunos el cuerpo deprimido sólo habla de defectos neurotransmisores o
alteraciones hormonales, para otros se trata de motivos no conocidos, de conflictos
inconcientes que afloran en el cuerpo. Pero, ¿cómo se particulariza ese decir?
Ante la declaración pública de la depresión como una enfermedad y del deprimido
si el paciente deprimido es un enfermo y la depresión una enfermedad para la que la psiquiatría tiene ya las respuestas, ¿dónde queda el espacio para la particularidad del sufrimiento de cada paciente? (…) ¿dónde queda el espacio para la responsabilidad subjetiva del paciente? (…) la medicina contemporánea se adjudica no sólo el saber sobre el deprimido y su supuesta enfermedad, sino que le niega a éste el espacio, tanto para llegar a saber, como para asumir eso que resulta tan central al interior de la ética que propone él y estructura al psicoanálisis: la responsabilidad subjetiva (2001, p.1).
A través de la reconstrucción de su experiencia en el discurso, las personas que
participaron de la investigación nos insisten que el lugar del cuerpo y las
manifestaciones de la corporalidad en la depresión, dependen siempre de una posición
subjetiva, y comprender ese decir, subjetivar lo que pasa por el cuerpo, implica una
interrogación e historización de esos llamados del cuerpo que para otros sólo suman
como síntomas o signos para un diagnóstico o señalan una comorbilidad. En algunos
casos, esa historización o construcción de sentido alrededor del cuerpo no ocurrió. A las
imposibilidades subjetivas se suman las de los profesionales que no facilitan un espacio
para la construcción de un saber alrededor de lo que ocurre en el cuerpo y esas
expresiones se quedan mudas o hablan sólo de enfermedad.
Zuberman, psicoanalista argentino, resalta la importancia de no generalizar las
expresiones clínicas del cuerpo y aborda tres de ellas. El síntoma histérico donde lo
simbólico invade al cuerpo imaginario, permite interpretarse, interroga al sujeto y a
partir de su historización puede hacerse una construcción de sentido y un cambio de
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posición ante el sufrimiento que implica. En el fenómeno psicosomático hay siempre
registrado un lugar silencioso, un lugar que no habla, que no asocia, que no dice,
sustraído del anudamiento significante. En la hipocondría no se avanza por lo
simbólico, no es esta la forma de saber del deseo; el hipocondríaco busca en el órgano
una respuesta que sólo se alcanza en el nivel significante, interroga a lo real del órgano
desviando el lugar de la pregunta, donde habrá muchas palabras que dicen poco o nada
Sin pretender ninguna traducción a la teoría, este acercamiento invita a pensar los
múltiples estatutos de la corporalidad en la depresión. De un lado están las cualidades
de las expresiones del cuerpo en aquellos que pudieron construir un significado
alrededor de los síntomas corporales y lograron gestar una transformación en relación al
sufrimiento que entrañaba para ellos la depresión; mientras para otros, al igual que para
algunos teóricos, se trata meramente de síntomas orgánicos, vacíos de sentido, aunque
muchas veces rellenados de conocimiento médico.
Para terminar, hay una referencia a Carmen Gallano (1997) que tardíamente me hizo
interrogarme sobre la experiencia de la depresión como una experiencia que pasa por el
cuerpo. Ella dice respecto a los sujetos deprimidos: “son sujetos que se limitan a
desgranar los afectos que muestran la naturaleza de su lamento depresivo: abatimiento,
vacío de sentido, peso del cuerpo, dolor congelado… Dan testimonio de lo que es para
ellos imposible de soportar, pero ese imposible no se sitúa en las coordenadas
significantes de la coyuntura en la que se han desmoronado”. El llamado será entonces a
crear un lugar para el descongelamiento de ese dolor y la oportunidad de resignificación
Ante ese dolor congelado el anhelo de algunos, como vimos antes, es la recuperación de
un estado previo a la depresión, la vuelta a ser lo que se era antes. Gallano lla ma la
atención a esta esperanza de muchos en donde la curación es un restituito ad integrum
de su estado anterior. Acá el medicamento aparece como garante de ese estado que
nunca se consigue y que en muchas ocasiones perpetúa el goce al que liga al sujeto,
haciendo una especie de intercambio entre el goce de ese momento mortífero y el que
produce la eternización de un malestar apenas sobrellevable con el medicamento. Al
contrario se puede aventurar la hipótesis de que una salida de la depresión, en el sentido
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de la transformación, se inicie con poner un límite al goce y comenzar una apuesta a la
Prestar oídos al cuerpo y enterarse de su implicación en la experiencia subjetiva de la
depresión es entonces un primer paso para lograr tener noticia, tal vez, de aquello que
grita: Si protesta ante una homogenización del deseo o particulariza formas de gozar, si
se presta al síntoma para hablar o se mantiene petrificado y sin decir, si encarna una
pregunta por la muerte que en él se literaliza o empuja a elegir la vida.
Referencias
Carrasquillo A. (2001). Interrogar la depresión. Recuperado el 11 de marzo de 2008, de
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